Alejandra Guzmán, activista por los derechos de las personas cuidadoras y presidenta de la Fundación APOST: “Hay que seguir visibilizando cada caso para poder lograr más y tocar el corazón de las autoridades”

Tras convertirse en la cuidadora principal de su tía abuela, Alejandra vivió un cambio radical en su vida. Pasó del trabajo en minería a la dedicación total al cuidado, enfrentando el aislamiento y la falta de apoyo de la comunidad. Hoy, lidera la Fundación APOST y es una de las activistas claves que apoyó la creación del programa “Cuidando a Quienes Cuidan” del Gobierno de Santiago.
Alejandra recuerda su vida en dos partes: la primera
como una “ciudadana normal”, y la segunda como el de una persona cuidadora. En
el fragmento inicial, se dedicaba al rubro de la minería, podía salir de
vacaciones y estaba casada. Pero cuando se convirtió en cuidadora de su tía
abuela, Felicinda Peña, dejó de ser una una “ciudadana normal” y se transformó
en cuidadora. Esa transformación fue el año 2010, cuando uno de los vecinos de
su tía la llamó preocupado porque no había visto a Felicinda hacía varios días.
Alejandra decidió visitar a su tía, pero cuando llegó la encontró en el suelo,
donde estaba hacía varios días, porque se había caído y no podía levantarse.
Alejandra decidió llevar a su tía a una casa de reposo, pues
sabía que su propio hogar no estaba equipado y sería un cambio muy brusco en su
dinámica familiar. Sin embargo, cada vez que visitaba a Felicinda en la
residencia, salía con el pecho apretado: veía moretones en el cuerpo de su tía
abuela que antes no estaban, tuvo la impresión de que estaba muy sola.
A pesar de las dificultades, decidió llevar a Felicinda a su
casa, decisión que significó pasar a la segunda etapa en su vida: se transformó
en una “cuidadora”. Si bien empezó gradualmente, pues pudo contratar a una
asistente para que la ayudara, Alejandra pronto se dio cuenta de que debía
dedicarse al cuidado de manera completa.
“A mí me nació cuidarla, porque ella era un ser humano, y
cuando yo era chica, ella siempre me regaloneaba, siempre era la segunda para
ella después de mi mamá. Pasábamos la navidad, las fiestas, siempre estábamos
con ella”, explica Alejandra.
Debido a la fractura que había sufrido su tía abuela sufrió, comenzó a presentar signos de demencia. Por ejemplo, gritaba y se sacaba el pañal durante la noche y Alejandra no podía dormir, lo que la llevó a tomar la decisión de dejar su trabajo.
“Mi tía era igual que un niño. Entonces yo me estresé, y
ahí empecé a ver que no había nada, ningún apoyo emocional o alguien que te
pudiera ayudar a entender la situación. Por eso uno no sabe hasta que lo vive”,
explica Alejandra.
Alejandra comenzó a
formar nuevas conexiones y comprendió que la labor de cuidados es imposible
realizarla sola. Al comienzo, realizó onces para que todas las personas
cuidadoras pudieran compartir su experiencia, y así nació la Fundación “Amor
Para Postrados y Cuidadoras” (Apost), la que formalizó el año 2014.
Desde 2018 comenzó a participar activamente en
movilizaciones e iniciativas para visibilizar el rol de las personas cuidadoras
informales, y así conoció a diversas organizaciones y fundaciones, quienes
fueron las primeras en levantar el tema de los cuidados a nivel regional y
nacional, participando activamente en la creación del programa “Cuidando a
Quienes Cuidan” del Gobierno de Santiago.
¿Por qué cree que es importante visibilizar la labor de
cuidados?
Porque la única forma, para que en esta sociedad podamos
entender, es que tenemos que ver al otro. Porque [las personas cuidadoras]
están en sus casas, en sus cuatro paredes, y nadie los conoce. A mí me pasa:
hay vecinos que me dicen ‘yo no tenía idea de que tenía un paciente así’.
Pero nosotros mismos deberíamos ser empáticos y hacer redes
de apoyo, porque hemos perdido el amar al prójimo, ya no estamos ni ahí con
nadie. Esto es volver a amarnos unos con otros, y eso falta.
¿Qué aspectos destacaría del programa “Cuidando a quienes
Cuidan?
La calidad humana de este programa. La mayoría de los
profesionales que están en este programa han sido cuidadores. Entonces,
entienden por lo que está pasando el paciente y el cuidador. Ese es el punto
especial que tiene este programa, es que los profesionales hablan el mismo
idioma que el otro y se ponen en los pies de la otra persona.
¿Qué cambios significativos ha visto en las vidas de las
personas cuidadoras gracias a este programa?
Lo he visto en carne propia, porque siempre ando en terreno
en Puente Alto, entonces de repente paramos en los domicilios y se nota que a
la mayoría los dejan solos. Lamentablemente vivimos en una sociedad que no es
empática, entonces cuando hay una persona a cargo de alguien, la mayoría los
dejan solos. No los invitan a fiestas, a cumpleaños y quedan fuera de todo. A
pesar de que tienen familia.
Sin embargo, cuando yo voy a domicilio y me encuentro con una
asistente de cuidados o con el psicólogo, la cuidadora tiene otra cara, tiene
otro desplante, ya no se siente sola. Hay otras personas que se están
preocupando por ella o por ellos, se sienten acompañado. Entonces, yo creo que
para los usuarios de Puente Alto ha sido muy exitoso. También porque pueden
participar en los talleres que nosotros damos y pueden dejar a sus seres
queridos solitos con el asistente de cuidado, entonces pueden hacer cosas que
antes no hacían.
¿Cuáles serían los desafíos pendientes en términos de
políticas públicas para los cuidados?
Que primero que las personas cuidadoras sean sujetos de
derechos, porque a pesar de que hablan mucho del Sistema Nacional de Cuidado,
aún no existe algo concreto para las personas cuidadoras. El único programa que
se está preocupando de las personas es este: le están dando la oportunidad de
ser independientes, que tengan un tiempo para ellas o ellos.
Pero se está al debe con muchos temas de políticas públicas,
porque a la larga se están mezclando todos los tipos de cuidado y acá hay que
ir separando los tipos de cuidado, como lo hizo este programa (…) Primero hay
que hacer el catastro, hay que ver los tipos de cuidados que hay, porque no son
todo lo mismo. Están las personas con Parkinson, están las personas con
dependencia, hay muchos diagnósticos en el tema de cuidados. Cada persona tiene
su dificultad, pero cada enfoque o cada persona cuidadora de un paciente tiene
su forma de ser.
Si tuviera la oportunidad, ¿qué le diría a las personas
cuidadoras que hoy no están recibiendo apoyo?
Qué no me gustaría decirles… Primero, que no están solos,
que siempre hay alguien que está al lado de uno. En mi experiencia personal, y
lo digo porque yo creo, es que Dios me ayudó cuando fui cuidadora, y en la
parte emocional y espiritual. Creo que no hay que perder la esperanza, lograr y
cuidar con amor y cariño.
Esa es la clave. Es verdad, uno se cansa, uno de repente ya
no quiere más de cuidar a alguien, porque nadie te escucha, golpeas puertas, te
tratan mal. Pero no hay que perder el amor y el cariño. Hay que seguir
visibilizando cada caso para poder lograr más y tocar corazones a más
autoridades.
Para concluir, creo que siempre hay que trabajar en base a
las convicciones y ser más empático con esta situación de los cuidados que se
está viviendo a nivel nacional. Hay que dejar los colores políticos, y trabajar
transversalmente para una política pública y en un sistema nacional de cuidados
como corresponde. Hay que unirnos en pos de los que cuidan 24/7 y dejan de
trabajar por cuidar. Nadie está libre de convertirse en una persona cuidadora.